A veces, nos guiamos más por la comodidad, el cansancio, la ira o por nuestro ego al aplicar la disciplina con nuestros hijos. ¿Y qué hay de la coherencia? ¿Por qué ante el mismo hecho, a veces castigamos duramente y a veces amonestamos sin consecuencias? ¿Qué clase de coherencia es la que exige a los demás pero no a nosotros mismos?
Ser coherente en todo momento con nuestros hijos es muy difícil. Les queremos pero les castigamos y les gritamos. Les mentimos o les ignoramos. Prometemos cosas que no cumplimos. Les decimos que les amamos pero no les dedicamos tiempo.
¡Aquí hay algo que no funciona!
Cuando tu hijo no acaba un trabajo, le riñes y castigas por perezoso pero cuando eres tú quién no lo acaba, entonces es porque tienes otras cosas más importantes que hacer.
Cuando tu hijo llora y patalea entiendes que es un maleducado que trata de llamar la atención como sea pero cuando tú estás triste y malhumorado entonces es que necesitas consuelo y comprensión.
Está prohibido que tu hijo grite o diga palabrotas pero cuando tú las dices es porque te han provocado o porque no hay otra manera de que tus hijos te escuchen.
Le pegas una bofetada por pegar a su hermano. ¿Quién entiende esto?
Te quejas de que tu hijo adolescente se encierra en su cuarto y no te habla pero tú llegas bien tarde del trabajo y te encierras en la cocina a cenar y leer tu periódico. ¡Y te enfadas si te interrumpen!
Te pones nervioso porque tu hijo es lento al hacer sus encargos pero cuando tú también lo eres entonces es porque eres meticuloso.
Cuando tu hijo defiende con vehemencia lo que para él es importante es un egoísta y un cabezota pero cuando eres tú quien defiende sus derechos es porque no te dejas pisotear.
Cuando él llega tarde a sus citas es un irresponsable pero cuando lo haces tú es porque estás muy atareado o porque los demás te han impedido ser puntual.
Cuando él abusa del móvil es porque está enganchado y merece requisarle el teléfono pero tú debes estar constantemente conectado a tu móvil en casa por asuntos de trabajo.
¡O nos aclaramos o nuestros hijos se volverán locos con nuestras incoherencias!
La regla de oro para ser coherente
Para ser coherente con tu hijo, en cada intervención hazte estas dos preguntas:
Lo que le pido o le digo, ¿es lo que más necesita ahora?
¿Qué es lo que quiero que aprenda con mi actuación?
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