lunes, 8 de julio de 2013

¿Deberes escolares? Sí, pero no así

Muchos padres y madres nos transmiten a menudo su preocupación por las tareas que el profesorado de las distintas materias les encarga a sus hijos diariamente, y que les crea verdaderos problemas y preocupaciones para afrontarlos con éxito.
Muchos docentes aducen que el horario escolar cada vez resulta más insuficiente para completar una programación sobrecargada, y que no les queda más remedio que recurrir a los deberes.
Aunque muchos profesores abusan de estas tareas injustificadamente, no es menos cierto que el currículum educativo está recargado de contenidos académicos e inconexos, y resulta poco atractivo a los pequeños.
No es justo que, ante la ausencia de métodos pedagógicos que logren motivar al alumnado, ante la falta de actualización de los contenidos a aprender, ante una escuela todavía muy encerrada sobre sí misma, carguemos de tareas a los alumnos, para solventar las carencias que existen dentro del horario lectivo.
Además, no debemos olvidar que los deberes escolares generan grandes desigualdades sociales; que un niño los ejecute mejor o peor depende del nivel socioeconómico y cultural de su familia y de su entorno. Algunos padres intentan ayudar a sus hijos a hacer estas tareas, otros prefieren recurrir a clases particulares o academias, y otros muchos no tienen ni el nivel educativo ni el dinero para poder pagar estas clases.
Cuantas más familias sientan la necesidad de recurrir a las clases particulares para completar la educación de sus hijos, más estará fracasando el sistema educativo reglado en el objetivo de educar a toda la población escolar y de garantizar la igualdad de oportunidades.
El grueso de la formación académica debería impartirse en el propio horario escolar. Lo que denominamos “deberes” sólo debería constituir una formación complementaria, con el apoyo de las bibliotecas, museos, asociaciones y recursos del entorno escolar, con actividades relacionadas con la lectura, la investigación y la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación.
Además, en lugar de los deberes, tal y como hoy están concebidos, creemos que todos los centros educativos deberían disponer de programas de refuerzo educativo.
(los llamados “planes de acompañamiento educativo” en Primaria, y los PROA en secundaria), de manera que al término de la jornada escolar los alumnos con más dificultades se queden un tiempo en la escuela y reciban clases de apoyo en las materias que lleven más atrasadas. Desgraciadamente, los recortes educativos están pasando factura a estos programas que tanto bien podrían hacer a nuestros escolares y que constituyen una herramienta para compensar desigualdades.
Es urgente que las Administraciones educativas, antes de lanzarse a realizar complejas y quizás inútiles cambios en la estructura de las etapas educativas, como la reforma de la ESO que pretende impulsar ahora el Ministerio de Educación, tuvieran más en cuenta estas realidades que tienen que afrontar diariamente decenas de miles de familias en este país.

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